Crisis total en el sector turístico

Imagina que vas a tu supermercado a comprar una pizza, y en la estantería correspondiente te encuentras con dos opciones de dos marcas distintas.

Una de ellas te ofrece su pizza por un importe de 2,50 euros, y la otra tiene un precio de 5,50 euros.

Nunca en tu vida has estado en Italia, y todo lo que sabes sobre pizzas es lo que has aprendido en algunos restaurantes a los que has acudido con tus amigos, por lo que viendo que ambas tienen sus trocitos de jamón, tomate y queso, y su masa redonda, decides que deben de ser similares, y te acabas llevando la más barata.

Esta situación, que ocurre todos los días, es perfectamente equiparable a lo que está sucediendo en este mismo momento en el sector turístico, y también en el aéreo.

El problema radica en que la empresa que vende sus pizzas a 5,50 euros, compra los ingredientes a su proveedor de confianza, y le solicita un jamón, bacon y mozzarella de cierta calidad. Posteriormente, cocina el producto en un horno de piedra, labor que es supervisada por todos los empleados de la fábrica, que trabajan desde hace varios años en ella, con un contrato fijo.

La otra empresa, que vende su producto a 2,50 euros, compra todos los ingredientes a un mayorista que le hace un precio especial cada año. El jamón proviene de restos de fábrica y utiliza un tipo de queso bastante más barato que la mozzarella de verdad. Al final, cuece sus pizzas de manera automática en hornos industriales, labor que necesita de una mínima supervisión por parte del único empleado que tiene, que trabaja allí desde hace un par de meses con un contrato de obra, y está deseando largarse a otro sitio.

Esta situación lleva inexorablemente al dueño de la fábrica que vende las pizzas más «caras», a tener que bajar sus precios, cosa que no puede hacer de ninguna manera si no abarata sus propios gastos. Por esta razón, tiene que adquirir ingredientes de menor calidad y despedir al 50% de la plantilla.

Una vez hechos los recortes, el propietario de la empresa de las pizzas más baratas vuelve a apretarse los tornillos y bajar sus precios, viendo que la competencia, que comercializa un mejor producto que el suyo, ha podido equiparar tarifas.

Así que ni corto ni perezoso, solicita varios créditos para comprar maquinaria, que con suerte acabará pagando dentro de un montón de años, y prescinde de prácticamente toda la mano de obra humana. La poca imprescindible que aún queda, lo hace a base de contratos a través de empresas de trabajo temporal.

Con la nueva bajada, la empresa de las pizzas más «caras» ya no puede competir, por lo que acaba cerrando el negocio.

Lamentablemente, el dueño de la fábrica de pizzas más baratas apenas está ganando dinero, pero tampoco puede volver a subir sus precios, ya que sufriría en sus propias carnes por parte de otras empresas del sector, lo mismo que él hizo con su competencia.

Así que al final, en el supermercado sólo se venderán las pizzas a 2 euros, que en realidad son sucedáneos de pésima calidad, preparadas  industrialmente en fábricas que no generan empleo, y muy pocos beneficios económicos.

Esta historia que acabamos de relatar es totalmente cierta, y ha ocurrido no hace demasiado tiempo. Queríamos traerla a colación para explicar el motivo por el cual la industria turística y aérea están atravesando por el que probablemente sea el peor momento de su historia.

Todas caen

Las noticias que nos van llegando cada día sobre la situación económica de las distintas empresas que conforman estos dos sectores, es realmente muy preocupante.

Hoy mismo conocíamos que la reina del lowcost europeo, Ryanair, sufría una importante reducción en sus beneficios, que acaba de ver menguados en un 29% con respecto al mismo período del año pasado. Además, la aerolínea irlandesa ha advertido sobre la posibilidad de que esta situación pudiese empeorar a lo largo del 2019.

Pero no es la única que empieza a echarse las manos a la cabeza, la segunda compañía aérea lowcost más importante de Europa, EasyJet, también comunicaba a los medios unas pérdidas por un total de 272 millones de libras, en lo que llevamos de ejercicio. En el mismo período del año pasado, había perdido un total de 68 millones de libras.

Por su parte, la aerolínea tradicional más importante del continente, Lufthansa, también hacía saber unas pérdidas en los tres primeros meses de este año, que ascienden a la cantidad de 336 millones de euros.

El grupo inglés IAG, que engloba a Iberia, British Airways, Vueling y Aer Lingus, comunicaba a los medios unos beneficios de 135 millones de euros en el primer cuatrimestre de este año, buena noticia que no es tan buena si vemos que en el mismo período del año pasado las ganancias llegaron hasta los 340 millones de euros.

En el caso de IAG, la cuenta de beneficios ha mermado en un 60%.

Air France ya ha anunciado un recorte de personal que afectará a unos 465 trabajadores. Después de perder en el 2018 más de 180 millones de euros, ha decidido comenzar a pasar la tijera por los vuelos de corto radio, principalmente domésticos, los cuales reducirá muy significativamente.

La sombra de nuevas protestas laborales, nos hace a todos mirar con preocupación a la aerolínea bandera de nuestros vecinos.

Pero esta terrible racha no es sólo aplicable a la gran mayoría de compañías aéreas que operan en Europa, sino también a varios de los touroperadores más importantes del continente.

Tanto TUI, como Thomas Cook, probablemente los más representativos e influyentes, se encuentran en una situación económica especialmente delicada, que podría acabar con pésimas noticias incluso antes de comenzar este mismo Verano.

Si eso ocurriese, el mercado de Centroeuropa sufriría un golpe brutal, que acabaría también afectando al sector turístico en nuestro país.

Lo más curioso de todo esto, en que en prácticamente todas estas aerolíneas, así como en buena parte de touroperadores, se ha incrementado de manera notable el número de pasajeros, y aún así la recesión parece importante.

Causas

Actualmente, están llegando un enorme número de quejas por parte del gremio médico, indicando que en la actualidad los pacientes están apareciendo en sus consultas con un autodiagnóstico que ha sido sacado por ellos mismos a través de internet.

No sólo saben lo que tienen ya de antemano, sino que además se permiten exigirle a sus médicos las pruebas que ellos creen necesarias para curarse, información esta que también han sacado de Mr. Google, o las redes sociales.

En el sector turístico tenemos exactamente el mismo problema, sólo que en nuestro caso somos nosotros los «pacientes», ya que tenemos que escuchar con resignación las barbaridades que nos piden en la actualidad.

De hecho, hay ya más de una generación que no sabe lo que es volar en una aerolínea que no sea lowcost, que no sabe comprar un hotel fuera de los 3 portales de venta más conocidos, y que no tiene ni la más remota idea de lo que es un guía turístico.

Igual que en el caso que comentábamos al comienzo de este post, no pueden llegar a entender el porqué una pizza puede ser más cara que otra, si ambas son redondas y tienen tropezones de fiambre y tomate por encima.

Por mucho que explicamos las diferencias entre volar en una u otra aerolínea, de contratar un viaje combinado, o servicios de viaje vinculados, de buscar tarifas de touroperación, o negociadas con las aerolíneas, de alquilar una habitación de hotel por encima de otro, a veces no es posible que el viajero perciba esos detalles, más que nada porque nunca los ha tenido ni disfrutado.

Si nunca has estado en una verdadera trattoria de Italia, ¿cómo vas a poder entender la diferencia que hay entre dos pizzas que parecen iguales?.

Del mismo modo que los españoles nos echamos la mano a la cabeza cuando vemos a ciudadanos extranjeros comprar sucedáneos de paella precocinada en sus supermercados, y echarle ketchup antes de comerla, nosotros nos quedamos con la boca abierta cuando alguien intenta explicarnos el ahorro que supone llegar a Japón en una aerolínea india, previo paso por otra ciudad europea a bordo de una lowcost, haciendo una escala de 10 horas, para ahorrarse 275 euros.

Redes sociales, supuestos influencers, «entendidos» en la materia, te bombardean todos los días para reprocharte que estés pagando más, por algo que puedes tener por menos, cuando lo cierto es que los viajes y vuelos que están recomendando, son como los sucedáneos de pizza y paella a los que hay que echarles ketchup para que sepan a algo.

Por supuesto, no sólo los usuarios tienen la culpa de esta debacle. Las aerolíneas están cavando su propia tumba, por culpa de su afán desmedido por destruir a la competencia, en vez de dedicarse a mejorar sus propios servicios.

Y para terminar, sólo nos hacemos una pregunta, que es si este notabilísimo incremento en el número de accidentes aéreos con víctimas mortales, puede tener relación con la profunda crisis económica que está viviendo el sector.

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