En las últimas horas, las Islas Canarias están atravesando por una retahíla de incidentes especialmente desafortunados, con consecuencias de extrema gravedad.
Entre los más destacados, y sin ningún orden en particular, podríamos citar:
1) Efecto calima por tormenta de arena, que provocó el cierre de los principales aeropuertos.
2) Vientos superiores a los 100 km/h, causando daños materiales de relevancia, como los producidos en el telescopio Magic, situado en el Roque de los Muchachos.
3) Desprendimiento de ladera en Taburiente.
4) Incendio en Tejeda.
5) Incendio en Tasarte.
6) Incendio en la Orotava.
7) Colisión de dos ferries.
8) Incendio en Bentayga.
9) Terremoto en El Hierro.
10) Primer caso confirmado de Coronavirus Covid-19.
Obviamente, algunos de estos hechos no son ni previsibles, ni evitables, pero todos ellos sí deberían ser manejables, si las cosas se hiciesen con un mínimo de criterio.
Tanto va el cántaro a la fuente…
Lo llevamos diciendo desde hace mucho tiempo: las Islas Canarias tienen un problema.
Hablamos de una Comunidad Autónoma que sólo durante el año pasado recibía una cifra de 13.147.000 turistas extranjeros, pero que aún así registró una tasa de desempleo del 18.8%, sólo superada a nivel internacional por Sudáfrica y Sudán.
No hace falta tener un Nobel en Economía para llegar a la conclusión de que el sector turístico en el archipiélago se ha diseñado con aquella parte del cuerpo donde la espalda pierde su casto nombre.
A día de hoy, y después del paso de gobiernos de todos los colores posibles, nadie todavía se ha querido percatar del inmenso tesoro que supondría para cualquier país el tener dentro de su territorio algo mínimamente parecido a lo que tiene España en Canarias.
El profundo desprecio, olvido, y enorme falta de previsión hacia las islas, al final tiene sus consecuencias, las cuales ya no se pueden ocultar durante más tiempo.
El número de pasajeros llegados a Canarias durante el pasado mes de Enero se desplomaba en un 10.5%, con respecto al mismo período del año 2019.
Todos los aeropuertos han sufrido este enorme bajón, que contrasta especialmente con la subida general del número de operaciones en la gran mayoría del resto de España, resultando especialmente perjudicados los de Lanzarote, Fuerteventura y Tenerife Sur.
Y llegó el Coronavirus…
Lo malo de estos pésimos datos es que llegan justo antes de lo peor que podía pasar ahora mismo en Canarias, que es la indeseable publicidad que supone la detección de casos de turistas contagiados con el Covid-19, y cuarentenas en hoteles especialmente conocidos.
Los medios extranjeros no han tardado ni 24 horas en comenzar a preguntarse si es seguro en este momento viajar a las Islas, creando la campaña anti turismo que se ha asociado a cada ubicación en la que se ha destapado este problema, sin tener en cuenta factores ni criterios objetivos.
Si todo ocurre de la misma manera a cómo se ha desarrollado previamente en distintas partes del mundo, lo más probable es esperar nuevos casos de contagios, no pudiendo tampoco descartar algún fallecimiento asociado a los mismos.
Por su parte, los medios de comunicación nacionales siguen haciendo el trabajo que dejan a medias los internacionales, añadiendo una mayor dosis de pánico y terror entre la población, lo que está dando lugar a comportamientos colectivos que bien podrían ser calificados como cuasi paranoicos.
El efecto catastrófico que este problema puede significar para una economía turística tan sumamente débil como la de Canarias, es de un calibre tan grande, que preferimos ni entrar a valorarlo en estos momentos.
No al turismo nacional
Y ahora que ya no sólo se le ven las orejas al lobo, sino que es posible divisarlo completamente y hasta el rabo, comienzan las lluvias de ideas de bombero para intentar paliar una situación que se veía venir de lejos.
En un nuevo desprecio hacia el visitante doméstico, el que llega desde la Península, el cual se ha maltratado por parte de las autoridades desde hace muchos años, se plantea la posibilidad de luchar por el mercado norteamericano.
Parece que algunos desconocen que en los EEUU también tienen sus propias Canarias, bastante más alejadas que las nuestras, pero para las que sí se facilitan excelentes tarifas aéreas que animan al consumidor local.
Por una media de 300 dólares, dependiendo de la época, cualquiera puede tomar un avión desde Los Angeles para volar hasta Honolulu, un trayecto que se cubre en 6 horas.
El precio se puede duplicar si se parte desde el otro extremo del país, en la costa Este, por lo que muchos otros pasajeros optan por desplazarse hasta Miami.
Es exactamente la misma tarifa que tendría que abonar un turista que partiese desde el aeropuerto de Santiago de Compostela, con destino a Tenerife, un vuelo de 2 horas y 45 minutos, sin derecho a poder facturar una maleta, y mucho más de lo que pagaría cualquier ciudadano inglés que hiciese el mismo trayecto saliendo desde Londres, Manchester, o Newcastle, por poner algunos ejemplos.
Desde casi cualquier aeropuerto español se puede volar a más de media Europa por tarifas que en muchos casos no superan los 100 euros, ida y vuelta, salvo en el caso de Canarias.
Las aerolíneas lowcost dejan de ser tan lowcost cuando se plantean aterrizar en las Islas, lo que al final invita a muchos pasajeros a buscar otros destinos.
Caso Meliá
Y en cuanto a las tarifas de hotel, quizás se podría preguntar a los responsables del Grupo Meliá, que acaban de ser sancionados por la Unión Europea con una multa de 6.678.000 euros, por modificar sus tarifas dependiendo del país en el que se promocionase su oferta.
Los señores de la UE no nos permiten adaptar los precios de las habitaciones hoteleras según el país de procedencia del turista, obligando a ofrecer unas tarifas exactamente iguales en todos ellos.
Esta norma sería totalmente lógica si todos los ciudadanos de la UE tuviésemos la misma capacidad económica y cobrásemos los mismos sueldos, lo cual es una verdadera utopía.
Mientras en Alemania el sueldo medio mensual roza los 4.200 euros al mes, en Suiza los 6.500, en Dinamarca los 4.700, en Suecia los 3.600, en España todavía no llega a los 2.000 euros.
Obviamente, el hotelero de Canarias, igual que en muchas otras regiones de nuestro país, adapta sus precios a la media europea, lo que dificulta enormemente el acceso de los turistas españoles a sus instalaciones.
Nunca, en ningún momento, a ninguna cabeza pensante de los muchos organismos turísticos que tenemos supuestamente trabajando para nosotros, se le ha ocurrido la posibilidad de revertir esta situación en forma de subvenciones, ayudas, o incentivos de algún tipo, que permitiesen un mayor flujo del turismo doméstico hacia las islas.
Y las consecuencias llegaron…
Y mientras en nuestro país se comienza a discutir sobre si apelar al nuevo virus como «el coronavirus», o «la coronavirus», porque podría existir una flagrante discriminación genérica, sobre si Franco está realmente muerto o anda de parranda, o cómo se evita un incidente diplomático con Venezuela causando otro mucho mayor con Europa y Estados Unidos, el problema ya ha llegado y la lluvia de cancelaciones sólo acaba de comenzar.
Esto por no mirar el contenido de las redes sociales, donde algunos iluminados piden la cabeza del paciente contagiado en Canarias, por ser médico (no es broma…).
El año pasado fuimos de los pocos que avisamos de lo que se avecinaba con Thomas Cook, pero las autoridades prefirieron no tomar medidas de ningún tipo para «no alarmar al sector».
Este año avisamos de la que podría caer con TUI, cerca de repetir la machada de Thomas Cook, y sus nefastas consecuencias para nuestra economía: Tui, tras los pasos de Thomas Cook, amenaza seriamente el Verano.
Suponemos que con el mismo espíritu de «no alarmar a nadie», tampoco se quiso implementar ningún sistema de seguridad que intentase minimizar una posible entrada de turistas portadores del Covid-19 en nuestro país.
Porque mientras durante todo el día de ayer ya se realizaban controles médicos en la totalidad de aeropuertos del norte de Italia, en los nuestros podría haber entrado un leproso, un zombie, o el mismísimo Chewbacca, sin mayor problema ni restricción.
El Verano ya se preveía especialmente complicado, pero ahora podemos afirmar sin demasiado temor a equivocarnos, que la cosa tiene muy mala pinta.
Igual que ocurrió hace una semana tras la cancelación del MWC en Barcelona, el Coronavirus tiene las espaldas anchas y aguanta todo lo que se le eche encima, pero los problemas en Canarias comenzaron mucho antes de que existiese este bicho.
Igual que siempre, culpemos ahora de nuestros problemas al coronavirus, a la mala suerte, o al chá chá chá, y luego vamos y se lo contamos a todos los perjudicados que van a recibir una carta de despido próximamente.
Canarias, fue bonito mientras duró, y con un poco de suerte, y mucho trabajo, volverá a ser bonito de nuevo muy pronto.
Mucha suerte.