El sector aéreo ruso se acerca a un precipicio.
Tal y como se había previsto, las sanciones económicas a nivel mundial impuestas al régimen de Vladimir Putin tras la invasión de Ucrania, aunque están diseñadas para dañar los sectores estratégicos del país a largo plazo, comienzan a tener efecto en el día a día de Rusia.
El valor del rublo se ha desplomado durante las últimas 24 horas a menos de un céntimo de dólar, superando con creces la caída que había sufrido en 2014 después de que el Kremlin confirmase la anexión de Crimea.
Con el fin de poder proteger su propia moneda, Rusia había aumentando de manera considerable sus reservas en el extranjero, que pasaron de un valor estimado de 430 billones de dólares en 2014, a los actuales 640 billones de dólares, principalmente a través de la venta de crudo y gas.
Sin embargo, ahora mismo gran parte de esa cantidad se encuentra confiscada por los países en los que se había depositado, razón por la cual el Banco Central de Rusia no ha podido evitar el inicio de lo que apunta a convertirse en una auténtica debacle económica sin precedentes.
A pesar de que Rusia había intentado diversificar sus inversiones, reduciendo la adquisición de dólares y euros para sustituirlos por yuanes chinos y oro, el rublo ha perdido definitivamente la confianza de los ciudadanos, que ya están acudiendo en masa a retirar su dinero de los bancos.
Es tal la desesperación para intentar evitar el «corralito» en Rusia, que se ha anunciado un incremento del interés en las cuentas corrientes del 9.5% al 20%, medida que en teoría debería incentivar el ahorro.
El segundo grandísimo error de Putin ha sido confiar en que Rusia sería capaz de desarrollar otro medio de comunicación interbancario paralelo al SWIFT.
Tal y como se anunció desde el comienzo de la crisis en Ucrania, los bancos rusos más relevantes han sido apartados del sistema SWIFT, lo que dificulta al máximo cualquier tipo de operación económica que implique conectar una entidad bancaria rusa con otra extranjera.
Si a todo esto le sumamos el embargo aéreo impuesto a las aerolíneas comerciales rusas, o a cualquier aeronave matriculada en ese país, el resultado que obtenemos es una subida espectacular tanto del precio de los billetes de avión como de las horas de vuelo necesarias para completar las rutas aéreas de medio y largo alcance.
En cualquier caso, se trata de dos factores que van de la mano, ya que las aerolíneas necesitan gastar más cantidad de combustible para volar a un destino, por lo que resulta imprescindible subir las tarifas ofertadas a los pasajeros con el fin de rentabilizar cada trayecto.
Este es precisamente el caso del vuelo de Aeroflot SU158, que une las ciudades de Moscú y Cancún.
Una ruta que anteriormente se completaba en apenas 12 horas de vuelo, actualmente necesita más de 15 antes de poder tomar tierra en México.
Como se puede observar en esta captura realizada a través de la aplicación FlightRadar, el Airbus A350 de Aeroflot tiene que partir rumbo norte desde Moscú, con el fin de evitar el espacio aéreo centroeuropeo.
Posteriormente, también debe abstenerse de atravesar el espacio aéreo de Finlandia, Suecia, Noruega, Islandia, Canadá y EEUU, hasta llegar a Cuba.
Si tenemos en cuenta las tarifas medias que se estaban abonando para volar este trayecto, las cuales equivalían a unos 800 dólares, en el momento de redactar este post los turistas rusos estarían desembolsando no menos de 90.000 rublos por un solo billete de avión a Cancún.
Aunque la compañía rusa siga operando a día de hoy esta ruta, es muy probable que aún consiguiendo un alto porcentaje de ocupación en cabina, pronto le resulte insostenible continuar volando trayectos de largo alcance.
En definitiva, ese es precisamente el objetivo de las sanciones económicas impuestas contra Rusia, las cuales buscan dañar sectores estratégicos de su economía como el aéreo.