¿Volamos hacia un futuro sin controladores aéreos?

En este país en el que vivimos nadie ni nada es indispensable, excepto los cientos de miles de políticos, consejeros, cargos, carguitos y carguetes de todo tipo que se acumulan en administraciones locales, regionales y estatales.

No pasa nada si faltan médicos, maestros, o jueces, pero el mundo podría llegar a detenerse si no se contratan ingentes ramilletes de asesores para aconsejar adecuadamente cómo actuar a cada responsable de cada área.

Puestos que se inventan y se cubren de un día para otro, generosamente remunerados, y sobre los que parece que nadie repara, o de los que al menos pocos sospechan.

Sin embargo, uno de los colectivos a los que más inquina se ha demostrado por parte de la Administración Central, es el de los controladores aéreos, al que se ha tratado de manipular, tergiversar, politizar y estigmatizar públicamente, sin demasiado éxito.

Hace pocas semanas nos hacíamos eco del penúltimo capítulo de la turbia historia que llevó a militarizar el control aéreo en nuestro país hace 10 años, cuando se declaró por primera vez el estado de alarma.

Desgraciadamente, y ante nuestra sorpresa, este post fue prohibido y censurado por diversos medios, redes sociales y plataformas públicas, lo que da una estremecedora idea de la longitud de los tentáculos del poder en la sombra.

Y hoy, siguiendo el mismo camino que dicta el mantra de «ahorrar costes», nos presentan el último intento para crear versiones lowcost de controladores aéreos, algo que ya se viene buscando desde hace mucho tiempo.

El control remoto

En este caso, ha sido la empresa tecnológica Indra la que ha presentado su nuevo kit de control aéreo remoto, una mezcla entre un vídeo juego de la XBox y el aeropuerto de Playmobil.

Según los cerebros pensantes que han dado a luz a este proyecto, gracias a su inteligencia artificial (la del sistema, no la de sus inventores…), se garantizan altísimos niveles de seguridad en aterrizajes y despegues.

Porque, por supuesto, quién quiere tener inteligencia humana al cargo de las operaciones de un aeropuerto, cuando se puede tener la artificial, que básicamente fue algo parecido a lo que pensaron los desarrolladores del software del Boeing 737MAX, con los resultados que hoy todos conocemos.

Indra ha prometido un ahorro superior al 50% con respecto a los gastos que genera una torre de control hoy en día, ya que básicamente no sería necesario construir una para cada aeropuerto.

Gracias a sus sofisticados sistemas de imagen, el kit de control de Indra es capaz de detectar incidencias tales como un avión mal configurado para tomar tierra, o para despegar, algo que actualmente los controladores aéreos están haciendo con otros dos sistemas de imagen especialmente sofisticados, popularmente conocidos como «ojos».

Es cierto que a veces los humanos que habitan en las torres de control de nuestros aeropuertos utilizan binoculares, los cuales se ahorrarían definitivamente del erario público, lo que sin duda es un gran avance.

Además, Indra pone a disposición de sus posibles compradores una extensión para su kit, que consiste en un sistema ARMS anti drones, capaz de neutralizar el vuelo de cualquier aparato de este tipo que intentase acceder a zonas conflictivas.

Experiencia en Noruega

Indra, conjuntamente con Avinor, la empresa pública que opera la mayor parte de los aeropuertos en Noruega, y la sociedad local Kongsberg, han probado ya el funcionamiento de este tipo de sistemas en la isla de Rost, situada a más de 100 km de la costa del país.

Desde la torre de control de Bodo, se dirigió el aterrizaje remoto de un avión en dicha isla, al parecer con un gran éxito, vítores y aplausos.

Hasta aquí, nada nos parece fuera de lo normal, considerando principalmente el mínimo tráfico aéreo registrado en Rost, y la más que probable pereza que debe dar vivir allí durante todo el año, no sólo a un controlador aéreo, sino a cualquier otro ciudadano.

La cuestión es que ahora se ha planteado la posibilidad de que la torre de control de Bodo acabe aglutinando los servicios de hasta 15 otros aeropuertos remotos, para en una última fase del proyecto, alcanzar la cifra de 36 del total de los 46 que tiene Noruega en todo su territorio.

Como acabamos de decir, ahora un poco más en serio, es asumible que este tipo de sistemas puedan desarrollarse y funcionar en aéreas muy remotas, con un mínimo tráfico aéreo, para las cuales ya no se necesite tener a un grupo de controladores aéreos desplazados.

¿Quién gana?

La pregunta que deberíamos hacernos ahora es quién acaba ganando realmente con este tipo de proyectos.

La figura del controlador aéreo es insustituible, por mucho que les pese a algunos, igual que la del piloto de avión, la cual también se cuestiona desde algunas aerolíneas.

Es cierto que con la llegada de los nuevos sistemas de ayuda a la navegación, en su día se acabó con la figura del «navegador», que ocupaba la tercera plaza en la cabina de los aviones más grandes de la época.

Pero por mucha inteligencia artificial que se diseñe, hay determinadas tareas que requieren de un cerebro real, capaz de tomar decisiones basadas no solamente en criterios económicos, o de seguridad, sino también desde una perspectiva humana.

Se acaba con las torres en pequeños aeropuertos, para reunirlas en un mismo control de otro más grande, que a su vez necesitará un mayor número de profesionales para poder asumir las operaciones que se llegasen a desarrollar al unísono.

¿Alguien se imagina cómo sería la gestión de 36 aeropuertos desde una sola torre de control?.

¿Quién llevaría el mantenimiento de todos los sofisticados sistemas que sería necesario instalar en cada aeropuerto «remotizado»?. ¿Qué pasaría si una cámara se averiase y no fuese posible desplazarse para su reparación por culpa de una mala meteorología, por ejemplo?.

Evidentemente, la empresa desarrolladora sería quien tendría la clave ante cualquier problema, a la que habría que recurrir desde el mismo día de la implementación del sistema, hasta otro futuro cambio.

Vamos, lo que viene siendo un negocio seguro y para toda la vida.

Por último, nos preguntamos si alguien ha tenido en cuenta hasta qué punto un ser humano puede responder cuando la vida de cientos de personas está en el aire (nunca mejor dicho), y tiene que desarrollar su trabajo a través de gafas de realidad virtual, o pantallas 4K.

Hasta qué punto un profesional, que ya de por si tiene que sufrir una elevadísima carga de tensión, puede segmentar su cerebro de tal manera y dedicar un trocito del mismo a cada aeropuerto que le toque controlar.

Ahora algunos dirán: «se están realizando intervenciones quirúrgicas a distancia y con robots», ¿por qué no se podría también controlar aeropuertos de la misma manera?.

Nosotros contestaríamos del siguiente modo: si tuviesen que operarte, ¿preferirías que lo hiciese un cirujano a cientos de kilómetros de distancia, a través de un robot, o in situ y con sus propias manos?.

Si tuvieses que realizar un vuelo de larga distancia, ¿preferirías tener a varios pilotos humanos presentes en la cabina, o que el avión lo manejase una inteligencia artificial?.

Si viajases en un avión con daños en un motor y en el tren de aterrizaje, ¿preferirías a un controlador aéreo humano en el aeropuerto, o que se encargase otro sentado en el extremo contrario del país y mirando una pantalla de televisión?.

Nosotros ya nos hemos decidido en los tres casos, ¿y tú?…

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