Vuelo 112 de Air China: cómo se diseminó una epidemia por Asia a bordo de un avión

El día 15 de Marzo del 2003 despegaba el Boeing 737-300 de Air China desde la ciudad de Hong Kong, para operar la ruta que lo llevaría hasta Beijing.

El trayecto tenía una duración estimada de 3 horas, y dentro de la cabina se encontraban 112 pasajeros, 6 tripulantes de cabina y 2 pilotos. El aparato registraba una ocupación del 88%.

A bordo del mismo se encontraba LSK (siglas correspondientes a su nombre real), de 72 años de edad, el cual había pasado los últimos días en la antigua colonia británica visitando a su hermano enfermo e ingresado en el hospital Prince of Wales.

Durante las fechas previas al vuelo 112 de Air China, se habían declarado en Hong Kong varios casos de SARS, una nueva enfermedad provocada por un tipo de coronavirus que se desconocía hasta la fecha, y que causaba un cuadro clínico equivalente al de una neumonía atípica, que en muchos casos resultaba mortal para el paciente.

LSK había acudido el día antes del viaje a una revisión con su médico, ya que estaba experimentando cierto grado de malestar general y una temperatura corporal de 38 grados centígrados.

Ante lo inespecífico de su sintomatología, fue dado de alta en el mismo momento, y tan solo se le recomendó acudir a un centro médico en el caso de que su estado de salud empeorase significativamente.

Finalmente, LSK embarcó en el avión ocupando el asiento 14E. Delante de él tenía a otros 23 pasajeros, y detrás a 88.

Aunque LSK no era consciente de ello, estaba infectado con el nuevo coronavirus que provocaba el SARS.

En el momento de tomar tierra en Beijing, 18 pasajeros y 2 tripulantes de cabina habían resultado contagiados.

Tras las investigaciones realizadas a posteriori, 14 de ellos ocupaban asientos ubicados delante de LSK, y los otros 4 estaban sentados detrás de él.

LSK fue ingresado al día siguiente de su llegada a Beijing, tras haber desarrollado una neumonía, falleciendo posteriormente en fecha 20 de Marzo de 2003.

En apenas 24 horas, a LSK se le atribuyeron un mínimo de 59 contagios sólo en la capital de China, 3 de ellos correspondientes a miembros de su propia familia, y otros 6 a médicos y sanitarios que lo atendieron tras su ingreso.

Durante los 8 días siguientes, las autoridades sanitarias chinas contactaron con 65 pasajeros del vuelo 112 de Air China, de los cuales 18 ya presentaban síntomas, desarrollando la enfermedad en un periodo medio de 4 días.

Trece de los afectados eran residentes en Hong Kong, cuatro vivían en Taiwán y sólo uno en Singapur. Ninguno había estado expuesto al virus con anterioridad al vuelo.

Las dos tripulantes de cabina implicadas eran de origen mongol, y tras el posterior regreso a sus domicilios infectarían a un mínimo de 300 personas, según las investigaciones realizadas por las autoridades sanitarias de Mongolia.

El vuelo 112 de Air China se convirtió en la primera causa de propagación del SARS en Mongolia y la zona sur de Tailandia, debido a los movimientos posteriores realizados por los viajeros infectados, habiendo sido estudiado por la OMS como uno de los casos más graves de contagio a bordo de un avión.

Una vez concluidos los trabajos de estudio desarrollados por la OMS, este incidente fue calificado como uno de los «eventos supertransmisores», que contribuyeron en mayor medida a propagar el SARS en múltiples países de Asia.

Similitudes con la situación actual

Durante estos días hemos visto numerosos casos de aviones operando vuelos con un factor de ocupación muy elevado, lo que ha causado un enorme revuelo en las redes sociales.

Las compañías aéreas, siguiendo instrucciones recibidas de IATA, han confirmado que no es posible volar con aviones semi vacíos por ser anti económico, alegando además que el distanciamiento social dentro de la cabina de una aeronave no está justificado.

Desde el sector aéreo se ha apuntado a la eficacia de los sistemas de inyectado de aire en la cabina, así como los de higienización del mismo, como uno de los factores que garantizaría la seguridad de los pasajeros durante el trayecto.

Además, la utilización de mascarillas sanitarias sobre nariz y boca minimizaría por su parte el riesgo de contagio.

Es evidente que todos estamos pendientes y deseosos de volver a la normalidad cuanto antes (nosotros los primeros), pero eso no justifica que se esté lanzando información tergiversada a través de los medios de comunicación para favorecer de nuevo la afluencia de usuarios en el transporte aéreo.

Para empezar, debemos de recordar una vez más que la inmensa mayoría de los incidentes ocurridos en el sector aéreo en los últimos años, corresponden a intoxicaciones provocadas por la filtración de sustancias químicas en el aire de la cabina de los aviones, lo que se conoce internacionalmente como «fume events».

Este tipo de eventos, de los cuales hemos hablado en numerosas ocasiones desde Turama, fueron negados y ocultados por gran parte de las compañías aéreas durante muchos años.

Sólo a la vista de esto, a pesar de todo parece evidente que los sistemas de inyectado, sangrado y desinfectado del aire en el transporte aéreo, no son infalibles.

Por otro lado, en el caso del vuelo 112 de Air China, llamó poderosamente la atención el hecho de que se hubiesen contagiado pasajeros que viajaban más de 3 filas por delante y por detrás del paciente infectado, aún teniendo en cuenta que en aquel momento no se estaban utilizando mascarillas sanitarias, como sí se hace actualmente.

La razón de esto es que el sistema que suministra el aire dentro de los aviones funciona de tal manera que este descienda verticalmente sobre el pasajero, de manera individual, para posteriormente llegar hasta el suelo antes de volver a ser reciclado, higienizado, y mezclado con el que llega desde los motores, el cual a su vez ha sido sometido a temperaturas muy altas que acabarían con cualquier posible patógeno que pudiese contener.

Este proceso se completa aproximadamente cada 3 minutos, y es equivalente al que existe en los entornos quirúrgicos de los hospitales.

Por otro lado, hasta el incidente del vuelo de Air China, se tenía la más absoluta convicción de que las probabilidades de contagio a bordo de un avión en trayectos inferiores a las 8 horas, eran mínimas.

Por estas razones, y ante la gravedad de la situación por la que estamos atravesando, creemos que sería bueno recapacitar sobre la operativa actual que se está siguiendo por parte del sector aéreo, con el fin de evitar volver a repetir acontecimientos pasados.

Por si solos, métodos de control como una simple toma de temperatura en el aeropuerto, la utilización de una mascarilla, o el distancimiento social preventivo dentro de la cabina de un avión, entre otros, no garantizan una eficacia absoluta.

La totalidad de portadores del virus que permanecen asintomáticos, que se calcula especialmente elevada, pasaría sin mayor problema los controles de temperatura que se están estableciendo en muchos aeropuertos.

Por su parte, se ha podido confirmar durante esta crisis que la mayor parte de la población desconoce todavía las normas básicas de uso de una mascarilla sanitaria, lo que lejos de proporcionar seguridad a su portador, realmente lo está poniendo ante un riesgo aún mayor.

Creemos, y estamos convencidos de ello, de que sólo la combinación de múltiples métodos profilácticos es lo único que puede garantizar la seguridad de los usuarios del transporte aéreo.

Por supuesto, todo debería de partir de la realización de tests masivos a la población, y la expedición de un pasaporte sanitario para aquellos que se dispongan a viajar.

De manera complementaria, y hasta que se reduzcan los casos de contagios al mínimo, la combinación de controles de temperatura, distanciamiento social, y utilización de guantes y mascarillas, deberían ser medidas obligatorias dentro de cualquier aeropuerto y aeronave.

Carece de sentido que en una terraza al aire libre sea obligatorio mantener una distancia de seguridad entre clientes, que posteriormente a la hora de coger un avión, podrían viajar juntos durante varias horas sentados en asientos contiguos.

Como decíamos al comienzo, por razones obvias somos los primeros interesados en que se vuelvan a restablecer las operaciones aéreas que permitan el flujo de turistas, pero si cometemos errores en este momento por querer apresurarnos demasiado, lo que podemos acabar provocando es otra crisis aún peor a la actual.

El transporte aéreo de pasajeros debería de seguir en todo momento el resto de directrices que se han ordenado al conjunto de sectores productivos, y mientras que en ellos sea obligatorio el respeto a ciertas normas y medidas profilácticas de prevención, las cabinas de los aviones no deberían de ser una excepción.

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