Si formas parte del mayoritario grupo de mortales que cuando tenemos que viajar en avión lo hacemos en la clase Economy, es muy probable que en más de una ocasión hayas visto en el momento de embarcar, a los pasajeros de Primera degustando una copa de Champagne o de vino.
Aunque en estos casos te puedas acordar de los directivos de la aerolínea en cuestión, creyendo que se trata de una clara provocación, lo cierto es que existe una buena razón para ello.
Tras el despegue y una vez que la aeronave lleve en el aire unas pocas horas de vuelo, el sabor de estas bebidas alcohólicas no podrá ser apreciado de la misma manera que mientras estaba a nivel de tierra.
La presión en el interior de la cabina, el aire seco y la poca humedad, o incluso el ruido constante que provocan las turbinas, son factores que influyen en la percepción de algunos sabores.
Rebobinando un poco los conocimientos adquiridos en el colegio, recordarás que entonces se hablaba de 4 sabores básicos: dulce, salado, amargo, y ácido.
Esta clasificación ha aumentado desde el año 2002, cuando se decidió incluir a la misma un quinto sabor denominado umami, palabra japonesa que podría traducirse como «sabroso».
Pues bien, mientras los sabores amargo y ácido se mantienen sin problemas mientras vuelas en avión, la percepción de los ingredientes dulces y salados se reduce en más del 30%.
En el caso del umami, es el único sabor que mejora muy notablemente dentro de la cabina de cualquier aeronave.
De esto se dieron cuenta hace ya muchos años todas las compañías aéreas, lo que ha llevado a muchas de ellas a modificar determinas recetas para que los platos que se sirven durante el vuelo tengan el mismo sabor que en tierra.
Por ejemplo, Singapore Airlines ha optado por probar sus menús en un ambiente que imita al existente en el interior de la cabina de un avión.
Por su parte, la norteamericana United Airlines ha preferido incluir más ingredientes con el sabor umami, con el fin de que su comida a bordo se corresponda con el gusto de la mayoría de pasajeros.
Si te estás preguntando qué tipo de alimentos entrarían en la clasificación de umami, te indicamos que en ella se podrían englobar pescados y carnes, especialmente el jamón, los espárragos, tomates, algunos quesos, las setas, y gran parte de los mariscos más habituales.
Este es otro de los motivos por los cuales el zumo de tomate se ha convertido en todo un clásico de la aviación comercial, donde además también se consumen un buen número de «bloody Marys«, un cocktail hecho a base de esta fruta (sí, el tomate es una fruta).
Por mucho que lo intentes, un vaso de zumo de tomate en la cocina de tu casa nunca sabrá igual que cuando lo tomas a 10.000 metros de altura.
Y esto es así porque lo que tradicionalmente conocemos como «sabor», es en un 80% «olor», y este uno de los sentidos más afectados cuando realizas viajes largos en avión.
Recuerda que la humedad media en la cabina de una aeronave es inferior al 12%, lo que significa que incluso está por debajo de la que tienen muchos desiertos de nuestro planeta.
Esto afecta directamente a la nariz, que se reseca transcurridas las primeras horas de vuelo, una sensación que conocemos muy bien todos los que viajamos con lentillas correctoras en nuestros ojos.
Además de esto, la disminución del nivel de oxígeno en sangre hace que las papilas gustativas que tenemos en la lengua acaben alterando la percepción de algunos sabores.
Y por si fuera poco, la compañía alemana Lufthansa demostró que el ruido a bordo de un avión también distorsiona el sentido del gusto.
Los germanos realizaron un experimento con el que se confirmó que cuando comes en silencio, o con una agradable música de fondo (tal y como ponen en práctica algunos restaurantes de postín), el comensal parece apreciar mucho más su comida que cuando está sentado dentro de la cabina de un avión y sometido a todos los ruidos constantes que se generan durante el vuelo.
Sin embargo, la mayor frustración por parte de los encargados de preparar los menús que se sirven a bordo de un avión, no tiene nada que ver con los problemas señalados hasta ahora.
Los profesionales de la cocina afirman que pueden resolver fácilmente el problema de los sabores en altura, condimentando de manera diferente sus platos, haciendo uso de determinados ingredientes, y evitando otros.
Sin embargo, hay un factor que actualmente no es posible solucionar, y es que dentro de un avión no se cocina, sino que simplemente se recalientan platos que están preparados de antemano.
Por razones de seguridad, ni siquiera se pueden utilizar microondas y mucho menos cualquier utensilio que genere llama, por lo que la comida se atempera en hornos de convección, que a su vez también le proporcionan un sabor muy particular.
Para los más tiquismiquis todavía existe otra razón de peso que no permite degustar correctamente la comida a bordo de un avión, que es la utilización de cubertería de plástico.
Con el fin de poder compensar este factor, algunas aerolíneas facilitan a sus pasajeros cubiertos metálicos como los utilizados en tierra.
A modo de anécdota, recordar que hace algunos años la compañía inglesa British Airways propuso la utilización de sprays nasales antes de comer, así como emplear música ambiental en la cabina.
Esta idea nunca llegó a buen puerto, ya que al final era mucho peor el remedio que el problema en si.
Volviendo al comienzo de este post, en lo que se refiere a las bebidas más afectadas por la altura, estas son precisamente el Champagne y los vinos.
Para poder servirlas durante un vuelo, se busca que sean bajas en ácidos y taninos, ya que de otra manera su sabor se alteraría de manera más significativa.
Ahora ya sabes el porqué a las aerolíneas les gusta servir sus mejores bebidas antes del despegue, y el motivo no es precisamente para ponerte los dientes largos cuando accedes a la cabina.